Maldigo el lado amable de las deserciones,
la senda azul que nos arrastra despacio al fuego,
la bruma y el descenso solitario a los infiernos.
Casi todo lo que guardo en mis bolsillos tiene un precio,
una salida expuesta al dolor, la inocencia de una palabra,
lo que deja siempre marcas inolvidables.
Yo, que soy solo un reguero de agua en mitad de la acera,
arribo con mi silencio anclandolo en el viento,
ahora que todas las esquinas me delatan,
que soy solo un pájaro en medio de un alambre,
mientras contemplo las ventanas abiertas a la lluvia...
Vivo al ritmo de mi corazón
tan solo movido por mi sangre,
sin más arma que un arco sin flechas,
contando mis huellas, el abandono
que ha tiznado de lumbre la noche.
f.
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