La labor está hecha:
el campo de batalla fue abonado por el fuego.
No siento al viento pronunciar ningún nombre,
no reconozco la humedad del mar en sus vocablos
porque todas las sílabas predicen los días de máscaras
y traen junto a las cenizas la ofrenda de los verbos.
Permitidme una lágrima,
vosotros que guardáis el silencio en el corazón,
una sola lágrima que deshaga la noche
y tenga yo, en su incesante lluvia, un descanso,
agua que me empape hasta el tuétano
y moje mis párpados cerrados
mientras escribo en la arena
las pocas verdades que sé,
las que ha de borrar la próxima marea.
f.
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