Escucho todo lo que me trae el viento,
el eco de toda voz: su peso especifico,
su gravedad intrínseca, su medida mineral,
su dolor, su miedo, su ira...
Ahora sé esperar tras los cristales
y abrir una ventana y lanzar al viento mi voz,
sí, yo también lo hago,
expectoro mis palabras contra todos,
nadie se salva,
todos somos culpables,
todos estamos ya deshabitados.
Y vuelvo a esperar esos días terribles,
agazapado, cuando vuelven con su fragor de batalla,
sus hogueras nocturnas y el tañido metálico de sus armas de guerra.
f.
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