Mis dedos recorren los mapas
y aprecian con sus yemas las líneas que marcan los países,
las cordilleras, las zonas costeras, el mar océano.
Saben escuchar la música, la literatura, el idioma de los pueblos.
Yo no entiendo cómo,
pero algunas noches viajo lentamente,
como la sombra de la luna
sigo el rumbo de los ríos por el centro de la vieja Europa,
y me despierto al nacer el nuevo día arropado en sus islas.
f.
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