Resuena en el albor del día
el canto desmesurado de los pájaros,
la aurora abierta entre las hojas de los árboles
en la ligera bruma del bosque,
el sol incitando a rebelarse a la sombra
en este viaje periódico y enarbolado de datos y silencios.
La figura se deja besar de nuevo por la luz,
mientras un hombre cualquiera
posa su mano sobre el húmedo verdín de su vestido
y, en un murmullo casi inapreciable,
la piedra vuelve a sentir sobre si
el misterio que la hace ser digna de una plegaria.
f.
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