Después de ti quedó el mármol roído,
la hilera de tardes y vientos húmedos
que hizo en nosotros un camino de sombras.
No hay minotauros en Venecia,
aunque valga la pena
sembrar con sus besos las esquinas
o dejar el aroma de su pelo
en las plazas todavía ausentes
de miradas extranjeras.
Hoy he viajado tan lejos
como supieron llevarme sus manos,
y quizás fueron treinta años
los que sostenían en mi memoria
una escalinata perfecta y redonda
al cielo acuoso de mis recuerdos,
pero sí, la larga ausencia
tenía el valor de lo posible
y el miedo, denso,
de que todo fuera un sueño.
la hilera de tardes y vientos húmedos
que hizo en nosotros un camino de sombras.
No hay minotauros en Venecia,
aunque valga la pena
sembrar con sus besos las esquinas
o dejar el aroma de su pelo
en las plazas todavía ausentes
de miradas extranjeras.
Hoy he viajado tan lejos
como supieron llevarme sus manos,
y quizás fueron treinta años
los que sostenían en mi memoria
una escalinata perfecta y redonda
al cielo acuoso de mis recuerdos,
pero sí, la larga ausencia
tenía el valor de lo posible
y el miedo, denso,
de que todo fuera un sueño.
marco masini t innamorerai
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