Impoluto, el teatro de palacios inundados
aferra a esta ciudad a mis recuerdos.
Yo he abandonado la juventud
y ella, Venecia, sigue en ese trance
de mirar al mar como a un amante celoso.
No he vuelto a ver los gatos,
aquellos que dormían con la tarde,
en ese trasiego del verano de la luz y la sombra
y ni siquiera el valor de un niño jugando
tiene ese termino que le daban la ciudad a los gatos de infinito.
No soy tan solo una mirada,
pero quizás esta travesía de callejas y puentes,
de canales reposados reflejando en el agua el cielo,
sigan teniendo el pequeño valor
que deja en la distancia este viaje.
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