La luz era un gato anaranjado subiéndose por los muros. Lentamente la tarde se guarnecía de principios y murmullos. Yo sentí la incertidumbre: La nostalgia que guarda los latidos de un corazón esperando. Trajo flores en un ramo. Un abrazo, el calor de sus labios y el aroma de su perfume que se abrió camino en mi dejándome la eterna pregunta del deseo. Supe ser un hombre cauto, abrí la botella de vino tinto, saqué algo de picar y mirándole a los ojos le dije: "Dentro de unos minutos traerán la comida china".
2 comentarios:
Ah, el subterfugio cotidiano,la fachada, el velo que cubre lo que late espectante, desnudo y vulnerable.
Magnífico.
Al final la luz se va y queda todo...
Precioso comienzo ,
Precioso final ( que no es final).
Beso
Publicar un comentario