Si has sentido el beso en la boca del tiempo sabrás de lo que hablo, esa sensación que te da volver a la infancia o a un lugar determinado que ha quedado en tu memoria varado como un barco extraño pero querido, amargo y dulce en su recorrido, que te reserva la umbría de lo pequeño y los matices de lo irracional.
He estado en mi pueblo y he recitado poemas a personas que me desconocen en su gran mayoría o que recuerdan a un chiquillo que jugueteaba por las calles pérdidas en el polvo de un convento, cazaba arañas, tiraba piedras a los gatos o se escapaba por las afueras detrás de los pastores de ovejas…nada que ver conmigo en mi recorrido de persona y sin embargo atado como una cometa en el viento a ese pequeño ser que todavía anda en mi memoria lo mismo que lo hacia por esas calles de piedra o de tierra.
Ahora jugueteaban mis recuerdos, estaban sueltos, en su salsa, y todo era pequeño, diferente, tan distintas las calles a mí como yo a ellas pero nos hemos reconocido en lo fugaz de un zaguán, en lo diminuto de un rincón de olvido donde sin embargo quedaron voces, gestos, miradas, en esa esquina imposible pero que permanece como una pieza de un puzzle sosteniendo parte de un edificio, mi historia.
No he querido ahondar más de lo necesario en mis fantasmas, muchos permanecen allí guarecidos en sus nichos, los que fueron personas y los que sólo fueron nubes que hicieron que supiera para siempre lo que es la lluvia debajo de los carasoles, lo que es saberte un ser pequeño y desgraciado cuando los lobos de la dura realidad salen a tu encuentro y a dentelladas saben sacrificar tu ingenuidad…pero eso es otra historia que ni siquiera yo me merezco contar esta noche y que a lo mejor no contaré nunca.
PD. De todas las formas he pasado un buen fin de semana, firmando libros...
8 comentarios:
Mis padres tienen una terraza llena de fantasmas de palomas. El gato habla más fuerte cuando entra en la habitación primera. Los juguetes sin cabeza emigraron a otra casa. Y hasta yo cambié de barrio, y descuidé al hijo elegido, pero tengo la memoria. Y, para cuando no la tenga, me quedan las palabras.
(Un beso)
Qué bien Fernando. Es curioso como a veces, aunque estamos bien, salen de nuestro interior deseos y frustraciones. El paso del tiempo los tamiza pero quien nos lee lo hace con toda la crudeza del momento.
Una grata tarea, èsa, la de firmar libros. Abrazos.
Me acordé de ti. Ya sabía yo que te iba a ir bien regresando a las raíces con un libro y unas hormigas en el brazo. Y oye, sin ningún error.
Un beso,
Marta
PD: Sigo mudita.
Fantasmas en tu niñez? Pero si todo es como un cuento!! O es volverse a encontrar allí que lo hace tan maravilloso?
Dulces tus recuerdos!
Abrazos
Regresar, no ser ya ese pero es nuestro origen, no seríamos lo que somos sin esa pequeña parte que a lo mejor no contaremos nunca.
Bien por ti y por el libro.
Un abrazo
Alba
A veces es necesario revolotear a los fantasmas de un ayer, que aunque lejano, siempre esta ahí, a la vuelta de la esquina, como el perro que “mea” siempre en la misma esquina.
Después de revolotear junto a ellos, hay que descansar, y tomarse un Gin… o un Bom..., luego respirar hondo y decirse a uno mismo: que se jodan, aquí estoy yo. Jajaja hay que echarle un poco de humor.
En fin, siempre hay buenos momentos, esos que son como tomarse un café, corto pero intenso.
Y yo que me alegro un montón.
:)
Gracias por hacerme recordar que yo también debo formar parte de la historia de personas que, junto a mí, jugábamos perdidos entre cañas, tierra y barro a hacer la comida que, en realidad, nos esperaba en casa.
Ni yo habría explicado mejor lo que el beso del tiempo me transmite en ocasiones.
Besos.
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