Recuerdo que un día de enero florecieron los almendros
y en esa luz blanca y trémula de sus diminutas flores,
estremecidas por el viento y por el hielo,
había presente una lejana llamada,
un querer mostrar el camino al mundo,
un aviso de que la verdadera esencia
la traería, más adelante,
en aguacero la primavera.
f.
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