Hay un llanto, un gemido, lo milenario de sabernos solos,
mientras el mundo gira solitario entre astros lejanos y silenciosos.
Igual que son tus pasos son los míos,
aunque yo sienta esta dureza del aire,
la caída sobre mí de todo lo que temo,
esquirlas diminutas de sílex que lentamente me quiebran.
Uno apenas sabe nada de este virus,
una enfermedad que solo te tiene para darte parte de su soledad.
No se extirpa el corazón que respira en silencio,
ni se trasplanta por otro...
sigues viviendo con la extraña sensación
de que nada de lo que te rodea es ajeno a ti,
aunque en verdad todo tenga la distancia de lo imposible.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario