Sé del breviario, esas horas nuestras plagadas de leyendas.
Un hombre apenas caminando despacio,
ese puedo ser yo entregado a respirar el frío de noviembre,
a contemplar el anochecer como una grieta de sangre,
dulce vaivén que se lleva los nombres
y elige la distancia, el deshacer amoroso,
para que todo lo que duele caiga de cara.
f.
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