No sé desde cuándo soy la sombra de su cuerpo,
el hilo de luz que le penetra,
la urgencia susurrada de la noche,
el cáliz donde bebe las lunas del alba...
el salmo sin humo,
el deseo, su lumbre,
la voz, la ceniza,
la sangre que palpita en su hondura,
el dolor después de la palabra,
la ira, sí, la ira que deja la verdad de respirarnos.
No sé desde cuándo su cuerpo
busca en mí el valor de un cedro,
de un árbol sin tacha,
y debajo de la fronda que me cubre,
ella pernocta en duermevela,
guarda el aviso de desahucio
en las tardes que muero de silencio
y aleja el fuego indómito
que acabará sin piedad por parar mi corazón.
f.
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