Me permito el esfuerzo de decirlo,
doblegar mi espíritu combativo
y rodilla en tierra
aceptar que noviembre me ha vencido.
Aún sin saber de la existencia de esta sima,
de ese caer hacia dentro, profundo,
ahogado en mí y en mi contrario,
como en un río sin nombre oscuro y frío,
he de recoger unas pocas cenizas,
un nombre que me salve,
una manta que me cubra,
buscar un rincón donde alojar mi cuerpo
y hacer de esta vieja costumbre de vivir
al borde del abismo,
cuando cada palabra deja
rastros de luz o de condena,
un nuevo pulso con lo que ahora todos llamamos vida.
f.
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