Hurgo en la noche con mi buril de hierro...
Acaso descubro la luz que surge en la piedra
o con mis propias manos abro surcos en la tierra
para saber del dolor de las raíces,
el quehacer de los gusanos.
Soy un zahorí sin nombre,
brota conmigo agua entre las sílabas de arena.
Tengo un pozo de oscuridad perfecta,
allí suena cada gota de lluvia,
mi sangre como un hilo recorriendo mi piel y mi fatiga.
Contemplo los planetas, los astros que titilan,
viene a mí la nieve, se queda en mis manos de zambra,
en mi costado herido por el tiempo.
Huelo las rosas que encadenan mi corazón al mundo,
y sé que todo está sin remedio perdido,
aunque sea en mi insomnio
cuando descubro la clave de un milagro.
f.
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