Ahora te presiento encendida
como una bujía que clama en la noche.
Nunca podré decirte dónde está la verdad…
sé del lado equivoco,
el que vemos los dos en el espejo retrovisor,
y que nos hace, a su manera, comprender las cosas.
Tampoco sé si soy el que esperabas,
en realidad ya no sé si esperabas a nadie.
Casi todo tiene razones escondidas,
otro perder más profundo,
hasta tú, a veces, me dejas tu silencio
prendido a mi respiración,
mientras usas mi hombro
para llorar tu amargura.
En las sílabas que conducen a buscarnos
hay márgenes que no dominamos,
y esta lluvia, pretérita y fecunda,
es apenas parte de un diluvio
que ha de inundar tu corazón,
como yo tengo, cuando quieres,
tu cuerpo abandonado a mis manos
y tu muerte en el precipicio de nuestro deseo.
f.
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