Rehago la suma, reúno la tormenta,
ahora soy el quehacer que te murmura,
te ensancha y abre en ti el camino del aguacero.
Bebes del cáliz, cada gota deja más sed en tu boca,
no se sacia el deseo aunque sea dulce
como un néctar que nunca se acaba.
Urges, gimes, vuelves a ser hija del vértigo,
y te haces río, mar, lo ronco…
lo que siempre deja un cuerpo en otro.
f.
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