La tarde, la lluvia, el silencio…
leo las palabras de un verso,
estoy tranquilo.
Escucho las voces lejanas,
no importan, son apenas un salmo,
música de un idioma que me estremece.
Todo lo que me hace navegar por el poema
me deja exhausto,
sus raíces se aferran a mí,
es el poeta hablándome de Venecia…
y yo quiero ser viento,
luz subiendo por los muros,
contemplar el mundo
agazapado en las cornisas como un pájaro,
sin saber nada más de esas calles estrechas,
de las líneas húmedas de los canales que dividen la ciudad,
de sus plazas pequeñas y solitarias
donde si vuelvo a beber a sorbos grappa
sé que hará arder un violín en mi corazón.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario