He dejado los verbos en el aire
moviéndose al ritmo impreciso del viento.
Ahora mi cuerpo descansa en medio de la sombra,
mientras siento caer al mundo a mis pies
como solo caen los astros en la noche,
y no puedo más que sucumbir al quehacer de los pájaros,
al fuego y a la llama, al canto lejano de las drizas.
Mi suma arrastra deudas, viejos débitos,
la quera que siempre sabe deshacerme
en días de viento y de tormenta.
f.
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