Existe la quera que deshace la memoria
y se traga los márgenes de todo lo vivido.
Solo el tiempo tiene el poder de la espada
y su tajo implacable sobre nosotros.
Y las canciones que tarareábamos
quedan como simples melodías,
sus caricias, las que me daban sus pequeñas manos,
solo son los restos que deja la ceniza.
Las noches, aquellas noches de fragor y de combate,
no es nada que tenga valor,
nada que tenga el aroma y la fragancia del deseo,
solo humo, humo en el viento del amanecer...
y ni siquiera la lluvia y el sudor del cuerpo a cuerpo
perdura ante ese sonido lento,
lento y preciso, a pozo, a desarraigo,
de como el olvido se va comiendo hasta el dolor,
con su oscura blancura
nos deja su silencio para el resto de la vida.
f.
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