El viento se descansa en medio del atardecer.
Nos deja la lluvia,
un acantilado al silencio
donde se envuelve el corazón.
Hace frío y tus manos caben en el nido de la mía.
Vemos el Támesis
disuelto en el rojo púrpura del otoño.
Nuestros pasos suenan en la humedad del crepúsculo,
tienen cierto desamparo y esa ternura que dará el recuerdo,
cuando solo recordemos del otro una parte del viaje.
f.
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