Prevalece sobre mí una sombra,
un presagio y el tintineo metálico de unas monedas al caer al suelo.
Pero estoy tranquilo, tengo todavía en mis manos
ciertas verdades con que pagarme el último pasaje.
Se que un hombre no posee nada salvo su incertidumbre,
se diluye su templanza como un terrón de azúcar
cuando todo lo que tiene ya no sirve
más que unas pocas palabras que perduran en su memoria,
su historia llena de deserciones propias y ajenas,
y un corazón tiznado de ceniza y de sueños
ahogados en las oscuras aguas de la noche.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario