Después de la noche queda la noche,
otra noche, que a veces te envuelve como un llanto,
y se hace de silencios prolongados
y miradas que contemplan el amanecer sin comprenderlo.
Después del fuego, la lumbre que te abrasa,
todas las preguntas tienen nombre,
no hay urgencia, si acaso un dolor humano
abotonado a tu costado izquierdo
y entre las manos y sin saber por qué
un recuerdo de abandono, cierta caricia,
la penitente resistencia al olvido.
f.
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