Sílaba a sílaba el alhaquín urde un tapiz de luces y sombras.
Lugares de tierra donde caben tus manos
y su quehacer bordeando la lumbre y creando el fuego;
tu mirada marina que derrocha el fulgor de la noche,
con todos los tonos del agua cuando el viento la despeina;
tu boca, pronunciándose en voces roncas que me estremecen
y que traen desde tus entrañas los verbos y la quimera;
todo tu cuerpo, en esa entrega siempre de adjetivos y pronombres
que me vencen, una y otra vez en el cuerpo a cuerpo de la batalla,
cuando el abismo es el final del viaje.
f.
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