Se va el tiempo como todo lo que coge distancia y se pronuncia en verbos y en humo. Se secan los labios, la fiebre del silencio, y traen esos besos de lluvia que ha buscado en la oscuridad la complacencia de dos cuerpos ante un deshacer lento pero constante de la noche.
No hay urgencia cuando se acaricia la herida, solo se estremece la piel y vienen sin intervalos, al galope, todos los deseos ahogándote en su torrente y dejándote con los pies al borde del abismo.
f.
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