Pregunto por lo incierto, el azar,
tu extraña costumbre de poseer el miedo.
Tanta distancia que creas entre dos palabras
que no nos sirve para ahuyentar a bocados el silencio.
Resumo el sabor cítrico de tu piel,
enarbolo un conjunto de aromas,
analizo cada gemido perfecto,
mientras enjuago mi boca con laboriosidad penitente
en los dulces y últimos estertores
que me concede tu cuerpo.
He traducido cada verbo,
cada adjetivo o pronombre
que me trasmite tu anatomía,
voy a hacer, despacio, paladeando,
acariciando tus alas,
un último y sincero poema
que hable de todo lo que encierra un mundo de ángeles.
f.
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