No hay dos días iguales ni dos noches, ni dos caricias que duren lo mismo, ni dos palabras que como un relámpago dejen el mismo estremecimiento sonoro en ti. Todo es diferente en su mínimo mostrarse ante tus ojos o sentirlo en la piel, en tus sentidos abiertos a percibir cada golpe en el aire, a escuchar cada vez que te nombran, a caer solitario y desnudo ante el crepúsculo o sentirte morir al amanecer, mientras retiembla, una y otra vez, el tañido que cruje tu corazón.
f.
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