He borrado el último poema del desaliento.
La luz del crepúsculo se erige sobre la luz de verano.
Límpidas, como de un sueño quebradizo,
ciertas palabras tienen el orgullo de las nubes,
las caricias perennes de los pájaros,
la humedad que se reserva siempre el amanecer.
No me pronuncio. Todo lo que digo se dibuja en el aire,
tiene la lumbre de las estelas que cruzan el cielo.
Es humo, respiración y transpiración de silencio.
Algunas veces en los ambages en que navega mi soledad
un resumen del día se acaba en una simple línea:
Todavía tiene el día algo que ofrecerme.
f.
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