Un día querrás volver a escuchar mi voz en las caracolas,
las que desde la infancia te guardan las palabras del mar.
No sabré que decirte y me perderás
por las calles empedradas de cualquier ciudad.
Seré de nuevo piedra del silencio,
aquella sombra que guarda un viejo café,
la mirada reflejada en algún río,
un ir de nubes, cierto pájaro posado en un alambre...
la torva inquina con que la vida te empapa la supervivencia.
f.
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