Recorro el fragor del fuego,
esta estancia de tu cuerpo y de la lluvia
donde mis manos saben condenarse en tus gemidos.
He perdido, siempre pierdo,
aunque los dos sabemos rehacer de entre los escombros
una nueva verdad que nos alcance,
un lugar escondido
donde pueda dejar el viento
la simiente de una nueva caricia.
f.
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