Se alejan los caballos blancos del invierno,
la última mirada de Neruda
sobre un Berlín renacido desde el llanto.
Sentir este galope de nieve
sobre el corazón herido
derrama las últimas lágrimas,
las certeras,
las que ven alejarse hacia el ocaso
el rostro anónimo del frío.
Tú me sabes dar junto al silencio
la medida exacta de tus manos,
el suave quehacer de tu boca
al respirar sin nombrarme
como solo se sienten
los viejos amantes de Magritte.
Sin sueños, sin palabras,
sin más dolor que el de sabernos.
f.
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