¡Que largo el amanecer bajo la lluvia!
Sin más palabras, que las que deja el murmullo del viento,
varadas en el centro del silencio,
así fue, sencillo, como todos los viajes de su boca a la mía,
este último venirnos sobre el otro, denso y fugaz,
tan ardiente, que me dejó quemaduras en los labios,
y ese recuerdo que solo puede tener nuestro deseo por el otro.
f.
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