No hay noche más que en las sombras que arman la oscuridad.
Así, despacio, viviendo el vértigo, un cuerpo es horizonte de luna llena,
blanco entre lo blanco, extensa llanura de lumbre y surcos.
Robo en las canciones ciertas melodías.
Hurgo en el barro,
donde el agua detenida
ha dejado reflejos imposibles del cielo.
Bebo lo salubre,
el quehacer de las luciérnagas
cuando todo se derrama en miel o en veneno.
He hundido mis manos en la tierra,
lo fértil de abril
deja mis huellas impregnadas
del aroma de la mortalidad.
Existo y lo sé
cuando la serpiente
ha mordido mi carne...
Cuando salgo a la avenida
las luces de neón parpadean en mi espalda.
Nadie es nadie bajo la mirada inquieta del amanecer
salvo ese eco, rumor de pasos,
que se aleja entre los márgenes de la noche.
f.
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