"No cojas nada del suelo",
pero el suelo éramos nosotros.
Todavía tenía tinta en los dedos
y un juego de pelota en la cabeza.
Miedo, sin saber de pájaros ni nubes,
solo contaba las pocas monedas,
sentía la ropa usada,
vivía de las pequeñas mentiras...
Todo era un no y sin embargo
la verdad nos maduraba a golpes,
caídos desde lo más alto del sueño.
Sin árboles, sin futuro:
"No cojas nada del suelo...
no, tú eres el suelo
y lo serás siempre",
como raíz que entre adoquines
surge despacio en el barro de la noche.
f.
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