Si solo fuera el quehacer laborioso de escombrera
de casi todos los domingos
en el lado izquierdo de mi cuerpo,
seguro que lo daría por bien empleado,
al fin y al cabo ya sé que vivir
es descomponer poco a poco los sueños,
pero a veces de repente te llueve un aguacero,
como si todas las tormentas del otoño
te cayeran encima, de golpe,
y desnudo caminaras por el silencio...
un terreno baldío,
donde debes apartar de tu paso los cuervos muertos,
en este instante, cuando todavía no ha empezado la tarde.
f.
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