Dentro del corazón está la muerte
como una runa blanca de ceniza.
J. E. Cerliot
Se deshace la suma y queda entre nosotros solo un viaje sin rostro.
Bebo sorbos de hiel y siento la dulzura del fracaso entre mis labios.
Soy de nuevo el acaso de un eslabón roto,
la línea amarilla que marca el asfalto,
la luz temprana que renuncia a ser alba.
La ciudad se habitaba de nosotros,
de ese instante derogado entre pronombres
donde siempre tú cogías mi mano
y la abrasabas con el frío recorrido de tus diminutos y nerviosos dedos.
Transitábamos despacio por el amanecer,
casi sin heridas, sin más que sentir al otro
como una granada madura
que enrojecía las delgadas huellas de los pájaros.
He sembrado mi corazón con la ceniza de tus versos,
fueron tan míos como tu boca y el recorrer de la mía por tu cuerpo,
aunque ahora sienta una quera que no olvida
y va mordiendo las semillas nuestras...
Todavía te recuerdo - no te pongo nombre -
aunque yo sea solo ahora el gigante rojo
de tus últimos viajes por el silencio.
f.
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