He disparado al horizonte enrojecido una flecha azul.
Esa es la distancia que silba en mi corazón para caer derrotado ante la luz.
Cae la noche, es un largo preludio de protestas,
trae el gemido que levanta la humedad de la sombra,
el quehacer de una cadena que me arrastra hasta los muelles vacíos,
las estaciones abandonadas sin trenes ni andenes,
lo perdido durante unos años de lluvia perenne
sobre el hilo conductor del silencio.
Ella sabía del peso de su mano,
del efecto de sus caderas sosteniendo el mundo,
del temblor de mi respiración,
de lo anónimo y salvaje de su deseo
cuando sin pronunciar mi nombre
venia a devorar la parte izquierda de mi cuerpo.
f.
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