Es raro abordar el paso incontenible del tiempo,
la quera que traen los días y no dejar que te ahogue,
mientras las viejas carreteras de montaña
susurran un camino de sendas peligrosas
y mucha nieve dormida a la sombra de los ventisqueros.
Ibones azules dibujando el cielo,
ese azul prendido de oscuridad lacustre,
una unidad bélica, el silencio armado de verdad.
Contemplo el paso fulgurante de las nubes grises
andando sobre nosotros,
las sendas perdidas entre las islas de bosques
y el murmullo de neblina.
No hay pájaros, solo se escucha el viento
rememorando lo que ya no existe.
Duele respirar aquí y sin embargo sé que todo esto
va a seguir latente en mi sangre,
un recuerdo perenne que da el sentir la caricia imposible del cielo.
f.
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