Poema XXXII
Sphere
Charles Rouse siempre lo había querido.
Admiraba a aquel hombre de gestos de oso,
huraño, intempestivo, silencioso,
que le daba cada noche las armas para crear jazz.
Con su saxo tenor
recorrió el mundo,
y en festivales y clubs,
su grupo, con su nombre,
tocaba sus temas
dejando constancia y tributo del genial pianista.
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