Poema XXVII
Nica tenía vivos todos los recuerdos
desde aquel lejano año que lo conoció en París
y quedó deslumbrada
por la manera de crear la música de aquel hombre.
Fue la sombra y la luz.
Lo admiraba, aunque odiaba
esa forma hostil de gritar en silencio al mundo.
Amiga, confidente, amante,
ningún papel tuvo en tanto empeño en su vida
como proteger al genio de si mismo.
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