Poema XXVI
Solo era feliz encerrado en si mismo,
quizás demasiado huraño,
hosco con el mundo,
sin buscar la notoriedad
que le daba su música.
Se sonreía cuando recordaba su cuarteto perfecto,
aquellos años de finales de los cincuenta.
Temblaba al pensarlo.
Sentía sus manos en los otros,
con Rouse de fiel escudero,
la lluvia empapaba la música,
una coral de cuatro instrumentos, seda y puñal,
que hacían de la noche algo suave y delicado
llena de palabras y silencios.
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