Poema XXIV
Todavía tenía su armonía dentro,
dibujaba en el aire un fraseo de notas.
Miraba al techo, escuchaba el piano inexistente
y como las teclas callaban y hablaban para él.
Se rehacían los sonidos en su cabeza,
la escala de tonos seguía siendo la suya,
extraña para todos, pero viva para él.
El espacio entre las notas se dejaba sentir,
el silencio era parte de la música,
mientras se oía afuera
el gorjeo de los pájaros y algún maullido de gato…
luego al techo, de nuevo,
volvía el piano y las sombras del atardecer.
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