Rehago los viejos pasos de la noche,
su quehacer de sombra y huella húmeda.
No hay más sílabas que el siseo de la sierpe,
lo angosto de las calles,
el reconocimiento.
Solo se ilumina el color de la piel,
la mirada brillante,
los labios gruesos de ceniza de alguien
con el que parece
que ya hubiéramos pasado,
juntos,
todos los incendios.
La verdad es apenas una duda
que trae en sus espuelas el amanecer,
nadie va a salvarnos de nosotros mismos
por dejar
que los gestos y las palabras a medias
cobren significado.
Luego vendrá la huida,
los papeles mojados,
los teléfonos falsos.
f.
1 comentario:
Buen final...
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