Escucho la noche, los ecos de la ciudad,
la gente de viernes después de la tormenta,
llenando con gusto las terrazas.
Alguna sirena perdida a lo lejos,
cierta nebulosa de sensaciones
donde nada es abarcable
salvo el viento húmedo del después.
Cierro los ojos, el flexo me ilumina,
estoy en una isla de luz rodeado de oscuridad.
Quiero escribir un poema de amor
donde todo de la medida de una pasión,
pero solo tengo estos pobres mimbres
para describir esa inquietud.
f.
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