A veces te escribo en la noche
y son palabras que se lleva el viento,
te recorren como los pájaros marinos
cuando vuelan sobre tu figura,
esos días de aire en que te visita el océano...
y ellas te nombran y te dicen despacio, sin prisa,
casi como un murmullo..."ven a dormir conmigo".
A veces recuerdo el ámbito silencioso de tu respiración,
el sesgo a bosque de eucaliptos de tu aliento,
el color nacarado de la lumbre de tu cuerpo,
el gemido roto, tus uñas en mi espalda,
todas tus palabras más dulces y soeces
cuando el abismo era una canción que tarareábamos juntos.
Veo recogida tu vieja camiseta de los Lakers, el 32, el de Magic,
aquella que te trajo tu hermano de su viaje a California.
Morada, desgastada, con los números amarillos,
tiene todavía la mezcla perfecta de sudor y perfume de tu cuerpo,
y sin querer saber por qué, cuando la tengo entre las manos,
es lo que más me sigue recordando tu ausencia.
f.
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