Hay estancias vacías donde
reposa el mundo.
Un pasillo de nombres en
rojo que atesora el corazón.
Llueve mansamente en las
calles sin tiempo,
regreso del invierno y
ella duerme.
La cama tiene restos del
paso de planetas,
la humedad fecunda donde
respira el océano.
No han venido los pájaros,
y el silencio tiene la
hermosura de las deserciones.
Contemplarnos no es lo
mismo que mirarnos,
aunque el espejo nos
devuelva la misma imagen.
Hay un eco profundo, una
sima,
cierto salto de agua que
apenas se escucha
pero que sin embargo
nos tiene desde la
infancia
cautivos y en silencio.