En el Erj de Logroño junto a Bosko Iniesta y Javier Jiménez.
El poeta que no descansa, la poesía que no duerme
Si algún autor explica mediante su propia experiencia y obra la buena salud de la poesía aragonesa en los últimos tiempos es Fernando Sarría. Este ejeano de nacimiento que escribe poesía constantemente (lo hace sin detenerse) ejemplifica el magnífico momento que vive la lírica en Aragón en la actualidad. Bien conocidos son poetas como Alfredo Saldaña, Ángel Guinda, Fernando Sanmartín, Ángel Petisme, Manuel Vilas, José Luis Rodríguez, Emilio Gastón, Fernando Ferreró, etc., pero entre los “poetas jóvenes” (permítanme esta licencia para hablar de la poesía de Sarría y de su incansable modo de entender la vida) Fernando Sarría ha conseguido en apenas cinco años hacerse un hueco entre los más conocidos poetas de Aragón, generar un buen nutrido grupo de lectores (de sus libros y de sus innumerables blogs) y promover entusiastas proyectos relacionados con la poesía como la gestión del ciclo de recitales “Poesía para perdidos” u otros vinculados en algunos casos a su activismo en la Asociación Aragonesa de Escritores. Y dirán ustedes, ¿y cómo es posible? La razón principal es que Fernando Sarría respira poesía por los cuatro costados, y vive y sueña con ella a cada instante (y siempre tiene la pausa y el consejo de Luisa Miñana guiándole, claro). Desde El error de las hormigas, pasando por El Alhaquín, a Todas las mentiras que te debo o Las horas, han sucedido tantas cosas que parece haber transcurrido una eternidad, pero no, en realidad el secreto de Fernando es que consigue vivir dos vidas en una, y una de ellas está completamente entregada a la poesía (quizá la otra también).
Bares es su última apuesta poética, o la penúltima, mejor dicho, un reflejo de una vida vivida y bebida junto a los suyos y la poesía. Un libro frenéticamente autobiográfico y profundo y experiencial (estos adjetivos pueden aparecer a la vez, se lo aseguro) como pocos, un diario de bitácora de aquel que un día entendió que en cada verso se encontraba el secreto para seguir vivo y no envejecer.
En otro tiempo, que quizá nosotros no lleguemos a conocer, este será un poemario interactivo. El lector podrá navegar entre los versos con la música que suena o sonó en los bares golpeando su alma. Pero por suerte (sí, nostalgia de los tiempos en los que la imaginación es importante, ya perdonarán) esos tiempos no han llegado y ahora nos queda el sonido de los versos jugueteando con lo que recordamos de las canciones en nuestra cabeza. Nada hay mejor que dejarse llevar por un libro como este con la eventual llamada de la música, que marcó nuestra vida, en nuestras conciencias.
Nacho Escuín
Zaragoza 2012
1 comentario:
También es bueno que no sea interactivo. Hay que dejar espacio a la imaginación.
Publicar un comentario