La tarde trae en sus dedos fríos los pasos perdidos,
sentados en el café Les Deux Magots
en Saint Germain des Prés,
los garçons pulcros y educados con sus blancos delantales
nos traen les bieres con la sensación inabarcable de un rito,
el que tiene esta ciudad de luces y sombras
y que les da un siglo trenzando literatura y arte.
Al lado un escritor busca en su cabeza alguna idea
mientras escribe en sus cuartillas,
otro, famoso aquí, es entrevistado por tres periodistas.
Los fieles japoneses no se contienen
y siembran de su vitalidad de hormiga las mesas.
Un francés cena con champán
y sus amigos lo hacen con un vino de Borgoña,
y una pareja se besa
con la dulce contundencia que da besarse en París
haciendo del silencio un campo de batalla,
del lugar un frondoso bosque donde sólo ellos viven.
Es posible que al salir me haya fijado
en la falda de tubo de una camarera
que al pasar sonriendo nos decía “bonsoir”.
sentados en el café Les Deux Magots
en Saint Germain des Prés,
los garçons pulcros y educados con sus blancos delantales
nos traen les bieres con la sensación inabarcable de un rito,
el que tiene esta ciudad de luces y sombras
y que les da un siglo trenzando literatura y arte.
Al lado un escritor busca en su cabeza alguna idea
mientras escribe en sus cuartillas,
otro, famoso aquí, es entrevistado por tres periodistas.
Los fieles japoneses no se contienen
y siembran de su vitalidad de hormiga las mesas.
Un francés cena con champán
y sus amigos lo hacen con un vino de Borgoña,
y una pareja se besa
con la dulce contundencia que da besarse en París
haciendo del silencio un campo de batalla,
del lugar un frondoso bosque donde sólo ellos viven.
Es posible que al salir me haya fijado
en la falda de tubo de una camarera
que al pasar sonriendo nos decía “bonsoir”.
F
1 comentario:
"La dulce contundencia de besarse en París"... qué bonito.
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