Esta agua marina
recorre
como la sangre de un ser vivo
el cuerpo de Venecia.
Noto sus latidos,
oigo su voz,
húmeda,
que como una siembra pequeña de olas,
va cubriendo con esa sensación decadente
que el tiempo hace imborrable.
La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco
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