Pronuncio ese nombre,
sílaba a sílaba,
como si nunca fuera a perecer
entre mis labios
cuando con mi boca lo recuerdo.
Oigo unos pasos,
las sombras son a la noche
sus vástagos de tiempo.
Oigo unas voces,
casi todas tienen la fuerza de la lumbre.
Valgo poco, y sin embargo,
andando solitario por estas viejas plazas,
el agua se reserva un rumor
que trae junto a mis dedos
la humedad de su nombre.
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